Reforma a la Educación superior
A pesar de las indicaciones formuladas y de años de trabajo, las principales deficiencias que presentaba el proyecto original de Reforma a la Educación Superior se mantienen en el texto promulgado.

A pesar de las indicaciones formuladas y de años de trabajo, las principales deficiencias que presentaba el proyecto original de Reforma a la Educación Superior se mantienen en el texto promulgado.
En pocas semanas será promulgada la nueva Ley sobre Educación Superior. La normativa, recientemente aprobada por el Congreso, es tal vez menos dañina que las primeras propuestas presentadas por el Gobierno, pero no por eso estamos frente a un marco jurídico como el que requiere nuestro país para avanzar en una educación superior pertinente, moderna y de calidad.
En los últimos años, las autoridades inglesas han impulsado cuestionamientos importantes a la educación superior de ese país. No les ha bastado con que sus universidades encabecen los principales rankings internacionales y que sean consideradas las más prestigiosas del mundo, sino que de manera proactiva han llevado adelante iniciativas tendientes a avanzar en calidad y transparencia de su oferta formativa.
No deja de sorprender la forma fragmentada en que la máxima autoridad de educación aborda diversos aspectos de la reforma a la educación superior, aún en discusión en el Congreso, pero en parte ya implementada vía glosa presupuestaria. Hace unos días la ministra Delpiano insistió en que la gratuidad debería aumentar al sexto decil. “No es algo de locos -dijo en entrevista a su diario-, con algunas de las décimas del cobre que se están teniendo, se puede cubrir bien eso”.
Tras casi un año desde su presentación, la tramitación del proyecto de ley de educación superior parece estar llegando a su fin en la Cámara de Diputados. Desde nuestra perspectiva como instituciones privadas -reconocidas por nuestros estudiantes por su calidad y aporte a la sociedad, y por la diversidad de nuestros proyectos educativos- hacemos una síntesis de esta iniciativa y su tramitación antes de que su discusión prosiga en el Senado.
La "posverdad" (post-truth) es, sin duda, un término de moda que cada vez más frecuentemente se utiliza para adjetivar aspectos nebulosos de la política, la economía o las comunicaciones. Las primeras definiciones hablan de aquello relacionado con una situación en las que las personas aceptan, con mayor probabilidad, argumentos basados en sus emociones y creencias personales por sobre aquellos fundados en hechos y análisis objetivos.