• Noticias Finis Terrae
    Noticias Finis Terrae Noticias Finis Terrae


Pablo Ortúzar expuso los avances de su tesis doctoral en Oxford en Segundo Encuentro de Investigación

"Historia de dos ciudadanías. Sobre los orígenes del principio de subsidiariedad" fue el título de la exposición donde el columnista y antropólogo social analizó el desarrollo histórico de dicha noción.

Pablo Ortúzar expuso los avances de su tesis doctoral en Oxford en Segundo Encuentro de Investigación

“En los únicos dos lugares donde se discute con tanta intensidad el concepto de subsidiariedad es en Chile y la Comunidad Europea. Es un tema donde hay harta controversia”, señaló al inicio de su ponencia Pablo Ortúzar, antropólogo social, Magíster en Análisis Sistémico aplicado a la Sociedad por la U. de Chile, investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) y columnista estable del diario La Tercera, para explicar qué lo motivó a abordar la subsidiariedad como tema central de su tesis doctoral –aún en proceso– en la Universidad de Oxford. La misma cuyos avances presentó ante académicos de la Facultad de Derecho de la U. Finis Terrae.

“Parte de mi tesis surge del problema de la Comunidad Europea, quienes utilizaron la subsidiariedad como un principio que se suponía solucionaría todos los problemas entre la Unión y los Estados miembros. Pero que después se convirtió en un problema de proporciones: si la subsidiariedad significa que, en el fondo, la Unión tiene que hacer todo aquello que los Estados locales son incapaces ¿cuál es el criterio para decidir cuándo tiene que intervenir la Unión y qué elementos son propios de cada uno de los Estados miembros? ¿Quién lo decide?”, señaló el investigador.

En su ponencia, Ortúzar explicó que el concepto de subsidiariedad se acuñó en el siglo XIX pero que sus orígenes se sitúan –según su investigación– dos milenios antes. Una hipótesis que sostiene con una amplia revisión bibliográfica y que apunta a responder una pregunta clave surgida desde el concepto mismo: “¿Cómo es posible que una organización menor dentro de un orden institucional, una organización intermedia, pueda apelar a una autoridad distinta e independiente a la que tiene la cabeza política que conduce esa organización?”.

“La subsidiariedad normalmente se atribuye a un origen aristotélico y a mí me parecía muy débil ese argumento. Buscando qué otra explicación racional se le podía dar, terminé en el mundo judío. Al final, el problema judío trata sobre cómo un pueblo monoteísta se relaciona con un Imperio”, señaló el investigador. “Mi tesis intenta explicar cómo desde la teología política del Segundo Templo, se genera la noción de subsidiariedad que finalmente es procesada por el mundo cristiano”, resumió.

 

El “problema judío”

Luego de someter a presión la tesis de la filósofa e historiadora de las ideas políticas Chantal Desol, quien postula que el origen de este concepto estaría en Aristóteles, el investigador descartó esa tesis señalando que las familias y villas que articularon la polis griega “no tenían una dignidad propia, sino que su dignidad provenía de que fueron funcionales a la consumación de la polis. Da la impresión de que en los griegos la noción de subsidiariedad era más menos imposible de concebir”. Algo similar, señaló, sucedió en la cultura romana donde el derecho municipal y el derecho corporativo alcanzó un notable desarrollo. “Me topé de nuevo con una situación muy parecida a la griega, en la cual las organizaciones existen por gracia de lo que nosotros llamaríamos Estado o el Imperio, pero que no están ancladas en nada que pueda oponerse a la autoridad imperial”.

Retrocediendo hasta el estudio de la patrística, Ortúzar llega al proceso de resistencia contra el Imperio Romano por parte de los primeros cristianos, quienes intentaban convencer al poder soberano de que su intención no era disputarle la administración del poder terrenal, sino que simplemente ejercer su religiosidad en paz.

“Es la misma idea de las dos ciudadanías de Agustín, donde la ciudadanía terrena es más bien secundaria respecto a la divina. Los cristianos se consideran ‘peregrinos en este mundo’ y, por lo mismo, su vínculo con las instituciones sería mucho más débil”, señaló. “Jamás un griego o un romano habrían dicho ‘somos peregrinos en el orden del Imperio o de la polis’, como si el Imperio o la polis fueran algo secundario a su constitución como persona. Tratando de encontrar el origen de la subsidiariedad terminé en la teología política judía que creo es clave para entender este problema”, señaló.

Lo que el autor denomina como el “problema judío” surge de una pregunta que enfrentó esa cultura: si somos el pueblo elegido de Dios y Dios es nuestro Rey, ¿cómo es posible que constantemente seamos derrotados y doblegados militarmente por potencias extranjeras?

“Finalmente la teoría que se termina generando en el mundo de Israel es una visión en la cual Dios le entrega autoridad a los poderes imperiales para dominar y gobernar sobre Jerusalén. Y donde la función de los ejércitos extranjeros –del invasor, del Imperio– es obligar a los judíos a través de la ‘pedagogía de la espada’ a cumplir con la ley que Dios les entregó. Dado que ese poder lo entrega Dios, es un poder legítimo que los judíos deben reconocer como tal. Pero al mismo tiempo tiene límites. Y los tiene porque ese poder posee una función delimitada que es hacer más judíos a los judíos”, señaló Ortúzar.

Aunque considerada como excéntrica por parte del Imperio Romano, aquella idea generó una serie de peticiones de parte del mundo judío a los romanos –no introducir imágenes que deificaran al Emperador en Jerusalén, no ser obligados a realizar el servicio militar, lo cual implicaba realizar un juramento de adoración al emperador, etc.– a las que el Imperio accedió debido a su “pragmatismo para ejercer la dominación”.

“A mí me parece, y esa es la tesis que voy a defender, que la idea de subsidiariedad se vuelve posible o se vuelve imaginable gracias a una concepción del orden político que incorpora esa noción de un Dios, que en el fondo distribuye autoridades y poderes orientados a un cierto fin, pero que al mismo tiempo limita la legitimidad de ese poder. Leído el principio de subsidiariedad desde esa lógica, se vuelve mucho más comprensible. Si la familia tiene una autoridad concebida por Dios, respecto a la cual usted debe obedecer primero que todo, el Estado no tiene autoridad alguna para penetrar en ese espacio en un sentido que vaya en contra de esa autoridad entregada por Dios a la familia y a la función que le asigna”, señaló.

 

Subsidiariedad y soberanía

En su exposición, Ortúzar planteó que la noción de soberanía es una “sacralización de la autoridad política” originada en la Antigüedad Clásica y explicó largamente las razones de por qué esto hace “que la lógica del principio subsidiario sea más bien incompatible con la lógica del Estado soberano”.

“Creo que hoy en día uno de los grandes problemas que existen para discutir al respecto de este concepto es esa incompatibilidad. Y, por lo tanto, cuando se intenta introducir este concepto comienzan a generarse cortocircuitos argumentativos, como, por ejemplo, si es que los hospitales católicos que prestan servicios públicos reciben fondos estatales, entonces deberían someterse a las mismas exigencias que cualquier organización estatal, porque en verdad, finalmente es el soberano el que los conduce, el que les permite existir”, explicó, antes de hacer una defensa del concepto de subsidiariedad.

“La visión subsidiaria, creo yo, es mucho más tolerante y más razonable. Facilita crear o pensar tipos de articulación política que hoy en día, desde la ideología de la soberanía, no son pensables”, planteó. “Creo que las concepciones de mundo sobre las que se sostiene un punto de vista que plantea la idea del Estado nacional soberano, no son menos religiosas que las que sostuvieron el orden pensado en términos de subsidiariedad. Y que el orden pensado en términos de subsidiariedad podría ser muy útil para pensar la globalización y entender algunos de los problemas actuales, como el tema de los pueblos originarios. En el fondo, un orden institucional que no está construido desde la noción de soberanía genera espacios muy distintos al de un orden que sí lo está. La subsidiariedad, en cambio, permite aceptar las limitaciones de la autoridad porque no se la imagina como absoluta y todopoderosa”, concluyó.

 


Publicado el:

Martes, 21 Enero 2020