Quiénes somos
La Universidad Finis Terrae se considera una Institución Católica de educación superior y forma parte de las Instituciones Educativas del Regnum Christi.
Contribuir a la formación integral de personas que sean agentes de transformación de la sociedad y de la cultura conforme a los valores cristianos, y construir una comunidad académica de excelencia que busca la verdad, el bien y la belleza.
Conceptos de la Identidad y Misión
Universidad Católica
La Universidad es una comunidad académica de educación superior en la que sus profesores y alumnos, de modo riguroso y crítico, contribuyen a la formación personal, al progreso de las ciencias y al desarrollo de la herencia cultural, mediante la investigación, la enseñanza y diversos servicios de difusión ofrecidos a la sociedad.
Es una forma de presencia de la Iglesia Católica en el mundo de la ciencia y de la cultura, lo cual supone la conformación de una comunidad que busca incansablemente la verdad, propone una visión integral y trascendente del hombre y manifiesta una preocupación ética expresa, en fidelidad al Evangelio. Supone, así mismo, una vocación de servicio a la persona y un compromiso con la justicia y el bien común.
Por su identidad Católica es una Universidad que se esfuerza por entablar el diálogo entre la fe y la razón y por realizar una síntesis del saber que haga explícito el sentido último de la ciencia, de la tecnología y de la cultura, como realidades ordenadas al bien de la persona humana y subordinada a la dignidad y centralidad de la persona humana. Del mismo modo, es fiel al Magisterio de la Iglesia y busca la comunión y colaboración con la Iglesia local.
Búsqueda de la verdad, el bien y la belleza
El conocimiento humano debe ser incorporado en el desafío más alto que da origen y define no sólo la actividad, sino la identidad misma de la Universidad; es decir en la búsqueda de la verdad.
La búsqueda de la verdad no es sólo tarea universitaria, sino también un anhelo natural del ser humano, pues sólo desde ella se ilumina la vida del hombre. «Todos los hombres desean saber, y la verdad es el objeto propio de ese deseo (…) Es, pues, necesario que los valores que se persiguen con la propia vida sean verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la persona realizando su naturaleza»[1]. Educar a la persona según su dignidad exige, por tanto, que se le ayude a conocer la verdad.
Por otra parte, no es posible comprender la formación integral de la persona humana, fin esencial de la Universidad, si no se asume esta centralidad de la perfección de la inteligencia con su objeto propio que es el conocimiento de la verdad. La persona humana perfecciona su inteligencia mediante el conocimiento y contemplación de la verdad, y la Universidad es un lugar privilegiado para ello, tanto por su esfuerzo en profundizar de un modo riguroso en la verdad como por su capacidad de deducir, mediante el desarrollo de las diversas disciplinas, toda su riqueza y validez para los diversos ámbitos de la vida humana[2].
En este sentido la Universidad Finis Terrae asume el urgente llamado expresado por el Concilio Vaticano II: “Finalmente, la naturaleza intelectual del hombre se perfecciona y se debe perfeccionar por la sabiduría, que atrae suavemente la mente humana hacia la búsqueda y amor de la verdad y del bien. Guiado por ella, el hombre trasciende de lo visible a lo invisible. Nuestra época, mucho más que los siglos pasados, tiene necesidad de esa sabiduría para humanizar todos los descubrimientos que el hombre va haciendo. Está en juego el destino futuro del mundo si no se logra preparar hombres dotados de mayor sabiduría”[3].
La inteligencia es capaz de conocer la verdad sobre el bien, motor de nuestra voluntad y por tanto, de todas nuestras acciones. De ahí que no se pueda disociar el buscar la verdad del consecuente sentido moral que esa búsqueda conlleva, porque está implícita en ella misma. El hombre conoce para poder actuar y su actuar debe, a su vez, estar dirigido por aquello que conoce. Por ello, una formación integral no sería tal si no considerase la reflexión ética como parte esencial de la misma.
Asimismo, la belleza es la expresión visible del bien, así como el bien es condición de posibilidad de la belleza. Verdad, bien y belleza no son valores autónomos, sino expresión de un mismo ser. La belleza genera en el espíritu humano la admiración y ésta pone en marcha en el intelecto la búsqueda de la verdad que, una vez encontrada, aquieta y llena de gozo el corazón del hombre.
“La belleza es conocimiento, ciertamente una forma superior de conocimiento, puesto que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. El encuentro con la belleza puede ser el dardo que alcanza el alma hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que entonces el alma, a partir de la experiencia, halla criterios de juicio y también capacidad para valorar correctamente los argumentos”[4].
Regnum Christi
Es un apostolado al servicio de la Iglesia que tiene su raíz en la vocación evangelizadora de todo fiel cristiano y se orienta a proclamar y difundir el Reino de Cristo por la santificación de sus miembros en el estado y condición de vida en el que Dios los llama y por una acción apostólica personal y organizada que se esfuerza para que Cristo reine en el corazón de los hombres y de las sociedades.
Pertenecen al Regnum Christi: religiosos y sacerdotes Legionarios de Cristo, laicos consagrados y consagradas, laicos casados y solteros, y sacerdotes diocesanos, cada uno viviendo según su propia vocación y estado de vida como miembros de una sola familia carismática y apostólica.
Como parte de su misión, el Regnum Christi contribuye a la evangelización, a través de centros de educación superior que se encuentran en México (10), Italia (2), Estados Unidos (1), España (1) y Chile (1); además de más de un centenar de colegios distribuidos en varias partes del mundo.
Formación Integral
Consiste en el desarrollo armónico de la persona en sus diversas dimensiones para propiciar su madurez intelectual, profesional, humana, espiritual y social.
Todos los esfuerzos educativos deben perfeccionar la persona en sus diversas facultades y dimensiones, de modo que queden integradas y jerárquicamente ordenas en vista de su bien. La formación integral parte de generar una actitud sincera de búsqueda de la verdad y del bien, para lograr una visión coherente de la vida, de la persona y de su trascendencia. Los ejes articuladores de la formación integral en los alumnos son la búsqueda del sentido de la existencia y el ejercicio responsable de la libertad en sus relaciones con el prójimo y con Dios.
Es importante insistir en que la Formación Integral debe ser, al mismo tiempo, integradora; es decir, no se ha de entender como una yuxtaposición de conocimientos, habilidades y actitudes; sino más bien como el desarrollo armonioso de los diversos talentos de cada persona, con el fin de consolidar en él una unidad de vida personal.
Agente de transformación positiva
Es aquella persona que ejerce su liderazgo poniendo al servicio de los demás los dones recibidos, influyendo y transformando positivamente su entorno. Líder es quién es capaz de ayudar a otro a su realización como persona. Por lo mismo, es dialogante y atento a los demás, y busca avanzar en la construcción del bien común a través del bien particular de cada uno.
Transformación de la sociedad y la cultura
La auténtica transformación de la sociedad supone la promoción del bien común, en cuanto condiciones subjetivas y objetivas que permiten alcanzar la plenitud de todas las personas en comunidad.
Son los miembros de la comunidad universitaria, sobre todo los docentes y los egresados quienes han de llevar a cabo la transformación de la sociedad conforme a los valores cristianos: en sus familias y en sus lugares de trabajo, así como con su compromiso social y político.
“La Universidad debe servir al país en el esfuerzo común por construir una sociedad nueva, libre, responsable, consciente del propio patrimonio cultural, justa, fraterna, participativa, donde el hombre, integralmente considerado, sea siempre la medida del progreso”[5].
Por ello, la Universidad Finis Terrae, particularmente a través de la docencia y de la investigación, debe contribuir al progreso cultural de la sociedad; asumiendo en ello los centros de investigación un importante papel.
El servicio a la sociedad se concretiza también en las diversas actividades de extensión que la universidad ofrece a la comunidad. Con estas iniciativas, se busca ofrecer un servicio al fomento de la cultura, asumiendo la responsabilidad de irradiar lo que emana de la búsqueda de la verdad mediante actividades de calidad y de fácil acceso para toda la sociedad; sólo así se constituye una universidad de auténtico compromiso social.
Valores cristianos
Los valores del humanismo cristiano emanan del Evangelio y orientan la vida del hombre hacia la plenitud y la trascendencia en su relación con Dios y con el prójimo. Valores que son recogidos a lo largo de este ideario, tales como la dignidad de la persona, el amor y compromiso con el otro, especialmente por aquel más necesitado, el espíritu de servicio, la pasión por la verdad, el sentido de trascendencia.
[1] Juan Pablo II, Fides et ratio, 25[2] cf. Cabe recordar el pensamiento de John H. Newman al respecto: "En cuanto al alcance de la enseñanza universitaria, ciertamente ya el solo nombre de Universidad no se compete con restricción de tipo alguno. Una universidad debería impartir conocimiento universal" (La idea de una Universidad, 19 ; Discurso II, 1)[3] Gaudium et Spes, n. 15[4] Ratzinger, J.; Mensaje a los participantes del Meeting de Rímini, en Humanitas 2005[5] Juan Pablo II, Discurso a los intelectuales y al mundo universitario, Bogotá 1986Formar integralmente a personas
La formación Integral se concibe como el eje articulador de toda la actividad universitaria, porque pone en el centro a la persona como un todo que debe desarrollarse no sólo en lo académico o profesional, sino en las diversas dimensiones que constituyen la riqueza de cada persona, en orden a alcanzar una unidad de vida. La Universidad Finis Terrae busca brindar los medios necesarios para el desarrollo armónico de sus alumnos.
Formar profesionales de excelencia
A partir de la formación de habilidades y competencias de sus alumnos, la Universidad Finis Terrae se propone desarrollar sus capacidades intelectuales y volitivas, en las que destacan particularmente el espíritu reflexivo y la creatividad, a fin de lograr egresados que sean altamente competentes en lo profesional y al mismo tiempo contribuyan al desarrollo de la sociedad.
Formar personas comprometidas
El desarrollo armónico de las cualidades de los alumnos debe ir acompañado del estímulo consciente de la responsabilidad que se tiene ante los demás miembros de la sociedad; siendo el primer compromiso aquel con uno mismo[1]. Se busca ofrecer a los alumnos espacios que permitan el desarrollo de su dimensión trascendente y el ejercicio de la generosidad para poner al servicio del bien común los talentos recibidos. En palabras de Juan Pablo II: “humanizar y personalizar al hombre, sin desviarlo, antes bien orientándolo eficazmente hacia su fin último que trasciende la finitud esencial del hombre. La educación humaniza y personaliza al hombre cuando logra que éste desarrolle plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolos fructificar en hábitos de comprensión y de comunión con la totalidad del orden real por los cuales el mismo hombre humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye historia”[2].
Formar comunidad que busca la verdad, aprende y enseña
Entendida la Universidad como una comunidad de maestros y estudiantes que buscan la verdad a través de la docencia y la actividad investigativa, se aspira a generar un ambiente crítico de la realidad, que debe estar al servicio del desarrollo humano y del bien común, donde se privilegie una sana relación interpersonal y se favorezca el intercambio interdisciplinar de conocimientos.
Formar comunidad al servicio de la sociedad
A través de la formación de sus estudiantes, pero también por medio de actividades directas, la Universidad Finis Terrae busca ofrecer a la sociedad una contribución en orden a su progreso cultural, científico y tecnológico, irradiando aquello que en el ejercicio de la búsqueda de la verdad se va profundizando. En este mismo sentido, busca ser un aporte a la evangelización de la cultura, participando responsable y activamente en los asuntos públicos.
[1] A este respecto, ver Ratzinger Joseph, Mirar a Cristo: “la necesidad de salir de sí no excluye la autoafirmación, sino todo lo contrario: es el modo de encontrarse a sí mismo y de ‘amarse’” (p. 101); y “quien no se ama a sí mismo no puede amar a su prójimo. No lo puede aceptar ‘como sí mismo’, porque está contra sí mismo y por tanto es incapaz de amarle partiendo de lo profundo de su ser” (p. 102).[2] Juan Pablo II, Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Puebla 1982Vince in bono malum[1] –Vencer al mal con el bien– es una expresión tomada de la Carta de San Pablo a los Romanos que sintetiza la filosofía de la Universidad Finis Terrae expresando una actitud positiva y constructiva ante los problemas y desafíos de la realidad circundante, en el convencimiento de que el bien y la verdad son más poderosos que el mal y el error; porque en definitiva el amor de Dios es más fuerte que el odio. Es un programa de acción positiva que invita a vencer el mal de la ignorancia con el bien de la ciencia; el mal de la improvisación con el bien del profesionalismo apoyado en la moderna técnica; el mal del materialismo práctico con el bien del humanismo que reconoce la naturaleza espiritual de la persona humana; el mal de los antagonismos sociales con el bien de la concordia y la armonía; el mal de la injusticia con el bien de la caridad; el mal del desenfreno egoísta con el bien de la apertura y la confianza en Dios. En síntesis, un lema que refleja la aspiración y certeza en la transformación cristiana de la sociedad.
[1] Rom 12, 21
Centralidad de la persona
Toda actividad universitaria nace y termina en una persona. Poner a la persona al centro es reconocer su dignidad y singularidad; es tener en todo momento presente que lo que hagamos o dejemos de hacer repercute en personas concretas a quienes nos debemos porque son la razón de ser de nuestro cotidiano trabajo.Es una característica específica y reconocida de la Finis Terrae el trato personal; allí se tiene una gran riqueza que debe ser custodiada y cultivada para que nunca se pierda y para que se extienda a través de cada uno de los miembros de la comunidad a la sociedad entera.
Es una manera muy concreta de influir en la sociedad, que va más allá del profesionalismo, viendo a la persona no como una realidad cerrada en sí misma, sino abierta a la relación con los demás. Por ello, poner a la persona al centro, lejos de propiciar un individualismo egoísta, nos abre al bien común; ya que no existe desarrollo personal pleno sin la aceptación del otro.
“Es preciso aspirar a una cultura que asegure la centralidad de la persona, sus derechos inalienables y el carácter sagrado de la vida”[1].
Por ello, la Universidad asume un irrestricto compromiso con la defensa de la vida y la persona inocente, desde su concepción y hasta su muerte natural, rechazando cualquier forma de atentado directo y deliberado en su contra[2].
Por otra parte, la centralidad en la persona implica reconocerla, tratarla y respetarla tal cual es constitutivamente, en tanto ser personal naturalmente sexuado, como hombre o como mujer[3]. La Universidad Finis Terrae reconoce la complementariedad del hombre y la mujer[4][5][6] y, en razón de ello, "reafirma su gran sí a la dignidad y a la belleza del matrimonio como expresión de alianza fiel y fecunda entre un hombre y una mujer"[7].
Sentido de trascendencia
Es uno de los motores más fuertes que mueven al hombre a realizar grandes obras. Independientemente de si cree o no en un ser superior, el hombre, en su interior, lleva un ansia de trascendencia, de ir más allá de los límites del espacio y del tiempo, y, consecuentemente, de dejar huella. Quienes creen en Dios saben que las acciones no sólo tienen un efecto inmediato, de corto plazo, sino que, como el eco de un sonido, permanecen reverberando en la eternidad. Ambos efectos, el temporal y el eterno, dejan huella para bien o para mal, primero en el propio hombre, luego en las personas que le rodean y en la sociedad como un todo, la actual y la futura; para finalmente, de alguna manera, en Dios mismo. De ahí la importancia de nuestros actos. Toda persona está llamada a trascender porque esos dones que Dios ha puesto en su vida son las herramientas con las cuales puede construir una vida plena para todos.
Pasión por la verdad
Es la característica clave de la vida intelectual, porque en el interés por (o el amor a) la verdad, y en el consecuente rechazo al error, encuentra su auténtico sentido la libertad académica y se aprende a “razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad”[8]. Sólo desde la verdad se puede entablar un auténtico diálogo con los demás. El buscar la verdad no limita ni encasilla, sino que abre los reales horizontes de la persona humana; le hace verdaderamente libre. Porque la pasión por la verdad no es sólo una tarea universitaria, sino un anhelo natural del ser humano que ilumina la vida del todo hombre. “En este sentido fe y razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”[9].
Búsqueda del bien común
Entendido bien común como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”[10]. De ahí el esfuerzo por formar estudiantes comprometidos, responsables de su rol en la sociedad y despiertos a la participación activa en los asuntos públicos. Para ser auténtico agente de cambio es necesario primero que se verifique una transformación personal, para sólo entonces, y así, incidir en la transformación de la sociedad.
Admiración por la belleza
Platón describe la belleza como el resplandor de la verdad poniendo de relieve una indisoluble relación mutua entre verdad y belleza. Esto implica que, además de ser la belleza una “puerta” que permite entrar en el ámbito de la verdad, ella misma encuentra en la verdad su consistencia. “Una belleza que fuese extraña o separada de la búsqueda humana de la verdad y de la bondad se transformaría, como por desgracia sucede, en mero estetismo, y, sobre todo para los más jóvenes, en un itinerario que desemboca en lo efímero, en la apariencia banal y superficial, o incluso en una fuga hacia paraísos artificiales, que enmascaran y esconden el vacío y la inconsistencia interior”[11]. La belleza se constituye así en camino que orienta al hombre a la verdad, al bien y a la trascendencia. En palabras del filósofo, “la potencia del Bien se he refugiado en la naturaleza de lo Bello”[12].
Apertura al diálogo
Todo miembro de la comunidad Finis Terrae debe caracterizarse por su actitud de apertura a las diversas ideas y a quienes las sostienen, buscando escuchar y comprender auténticamente, aunque sin por ello renunciar a las convicciones que brotan del correcto ejercicio de la razón. La Universidad es una comunidad, y ésta no es comprensible sin diálogo, sin la correcta tolerancia al otro. El genuino debate intelectual es la base de la dinámica de una comunidad universitaria; dinámica que hunde sus raíces en la común inquietud por encontrar la verdad, vivir el bien y disfrutar de la belleza.
[1] Juan Pablo II; Mensaje al Rector Magnífico de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, Roma 2000[2] Instrucción Donum Vitae, 5; Carta Encíclica Evangelium Vitae, 53; Carta Encíclica Evangelium Vitae, 57; Catecismo de la Iglesia Católica Nº 2270.[3] Carta Encíclica Deus Caritas est, 5.[4] SS Francisco, Audiencia general, 15 abril 2015; Discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico.[5] Carta Encíclica Deus Caritas est, 11.[6] Juan Pablo II, Carta a las Familias, 6.[7] Discurso de SS Benedicto XVI a los participantes en la plenaria del Consejo Pontificio “Cor Unum”, 2013.[8] Juan Pablo II, Ex Corde Ecclesiae, 2[9] Juan Pablo II, Fides et ratio, 3[10] Conc. Vaticano II, Gaudium et spes, 26[11] Benedicto XVI, Mensaje al Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura con ocasión de la XIII Sesión pública de las Academias Pontificias, Roma 2008[12] Platón, Filebo, 65A- La Universidad Finis Terrae es una comunidad académica de educación superior en la que sus profesores y alumnos, de modo riguroso y crítico, contribuyen a la formación personal, al progreso de las ciencias y al desarrollo de la herencia cultural, mediante la investigación, la enseñanza y diversos servicios de difusión ofrecidos a la sociedad.