“La Iglesia no está llamada a ser popular (o no en el sentido en que comúnmente entendemos esta expresión). Está llamada, en cambio, a la universalidad, porque es instrumento de salvación para todas las personas, de todos los tiempos y culturas. Esta vocación a la universalidad, sin embargo, no es incompatible con un reproche social fuerte o, como decía Benedicto XVI, con el riesgo de que sea excomulgada del consenso social imperante”, señaló el docente en su columna, que los invitamos a leer en este enlace.