Desde el inicio de la pandemia los alcaldes han cumplido un importante rol no exento de polémicas. Junto al oficio de Contraloría que criticó sus apariciones en matinales, se ha podido ver a ediles exigiendo cuarentenas con recursos de protección que no prosperaron, además de anunciar clausuras de malls y barrios completos, advirtiendo que impedirían el libre tránsito en algunos sectores de sus comunas. Drásticas medidas para las cuales no cuentan con las atribuciones legales necesarias. En medio de la vorágine de presión comunicacional y política, una de las pocas voces sensatas en advertir que dichas medidas no podían ser decretadas por los municipios fue la de Felipe Alessandri, alcalde de Santiago y abogado, licenciado en ciencias jurídicas por la Facultad de Derecho de la U. Finis Terrae.
“Hemos visto a un alcalde presentando un recurso de protección porque no le entregaban la información del domicilio y el nombre de los pacientes con Covid positivo. Eso está protegido constitucionalmente y además legalmente también tiene protección, o sea, obvio que no se lo iban a dar”, ejemplifica.
¿Usted cree que son más bien acciones efectista con fines políticos o simplemente hay desconocimiento jurídico?
–Hay que distinguir, no puedo decir que nunca hay un caso de alguien que para la prensa haga alguna maniobra que sabe que no le va a resultar. Es como los parlamentarios cuando presentan proyectos de aumento del gasto fiscal que saben a priori que son inconstitucionales, porque solo el ejecutivo puede presentar un proyecto de esas características. Pero lo hacen o para meter presión o para tener cámaras. Somos más 345 alcaldes a nivel nacional y cada uno actúa distinto en este sentido, pero en general somos bastante serios.
¿Qué le pareció la crítica que realizó la Contraloría con respecto a la aparición de los alcaldes en los matinales?
–A mí me pareció bien, creo que hay que ser serio cuando uno va a la televisión. Usted habrá visto que yo no voy ni a cocinar, ni a bailar ni a contar sobre mi familia y menos en horario laboral. Yo lo que hago es ir a informar porque gobernar es también comunicar.
Como alcalde de Santiago ha debido enfrentar situaciones tan inusitadas y complejas como la violencia en colegios públicos emblemáticos, el “estallido social” y la actual pandemia. ¿Qué herramientas de las que recibió durante su formación en la universidad le han sido fundamentales para enfrentar esos desafíos?
–La formación en Derecho de partida. Si usted busca para atrás, por ejemplo, nosotros nunca hemos tenido un problemas con la Contraloría. Ser abogado te enseña a pensar y a actuar de una forma, quizás a veces extremadamente legalista. Yo por ejemplo no me sumé al grupo de alcaldes que pedían o decían que iban a cerrar los malls. ¿Cómo voy a cerrarlos si no tengo atribuciones para ello, más allá del ímpetu que puedo tener de querer hacerlo porque hay una pandemia? El otro día en una polémica, justo se dio que de un grupo de alcaldes yo era el único abogado de profesión y tuve que decir ‘perdónenme, pero aquí yo actúo de acuerdo a la legislación y mis atribuciones. No puedo actuar más allá’. Y eso es un poco la formación que ser abogado te da, que en estos casos te ayuda mucho.
¿Cómo definiría en general el rol que han tenido los alcaldes en el actual contexto de la pandemia?
–Creo que la ciudadanía nos ha evaluado bien, nos ha visto en la calle, buscando soluciones porque nos toca administrar pobreza y nos toca administrar realidades. Pobreza, porque salvo tres municipios todo el resto –incluido Santiago– somos pobres. Yo además recibí la Municipalidad quebrada, entonces no tengo recursos suficientes y me toca administrar esa realidad y hacer magia para llegar a fin de mes. Junto a ello, hay que administrar realidades también porque, por ejemplo, el gobierno anterior abrió las fronteras y tuvimos una llegada masiva e indiscriminada de inmigrantes –y aclaro que yo soy cero xenófobo, soy casado con peruana– pero nos toca administrar la realidad de 200.000 haitianos viviendo en la comuna, la mitad tramitando sus permisos y la otra mitad de forma absolutamente irregular. Pero la comuna tiene que darles matrículas de jardín infantil, atenderlos en los consultorios y darles vivienda. Y no estábamos preparados para eso.
“A mí el encierro no me gusta”, dice Alessandri. Es por ello que desde su llegada hace cuatro años a la alcaldía de Santiago –luego de ocho años como concejal del mismo municipio– implementó un sistema que bautizó como 70-30. “Treinta por ciento en la oficina y el 70% de mi tiempo en la calle”, explica.
Así mismo recibe a grupos de vecinos dos veces a la semana en el municipio y visita una vez al mes distintos barrios en compañía de su equipo, buscando recoger de manera directa las solicitudes la ciudadanía. Una forma de prever temas de la agenda política que aprendió como Encargado Ciudadano del primer gobierno de Sebastián Piñera, donde Alessandri tenía como función manejar las audiencias ciudadanas del Presidente –muchas veces realizándolas en su representación–, contestar cartas de la sociedad civil y acompañar al mandatario en sus salidas a terreno. Una manera de mejorar las políticas públicas que implementa desde el municipio “porque hay mucha burocracia y muchas cortapisas” que dificultan la conexión entre la ciudadanía y el aparato gubernamental. Una visión que lo motivó a dedicarse a la política cuando aún era estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Finis Terrae.
¿Influyó su experiencia como alumno de la U. Finis Terrae en su vocación de servicio público?
–Sí, influyó lo que aprendí en distintos ramos como Derecho Laboral, Constitucional, Administrativo. Cuando uno empieza a ver cómo funciona el Estado, la precariedad y la burocracia que existe, el cómo está conformado, uno dice ‘bueno, hay que tratar de meterse para intentar cambiar las cosas desde adentro’.
¿Cómo lo marcó en su carrera política la experiencia como Presidente del Centro de Alumnos de la Facultad?
–Ahí ya estaba reflejando mi vocación de servir a la comunidad estudiantil. Estuve un periodo donde hicimos cosas como llevar parlamentarios a exponer, siempre de distintas tendencias políticas, porque no me gusta escuchar solamente a un lado sino que los alumnos puedan acceder a exponentes de diversos colores políticos. Fue una buena experiencia. Ahí ya comenzamos con esta vocación política desde la juventud.
¿Qué le recomendaría a los alumnos de nuestra facultad para sacar el mejor provecho a la formación académica que entrega nuestra Universidad?
–Que aprovechen, que estudien harto. Que no calienten las pruebas al último día, porque yo trabajaba también mientras estudiaba y a veces también caíamos un poco en eso. Que entiendan la lógica del Derecho, que no es más que el sentido común puesto por escrito, no sólo aprenderlo de memoria. Y una vez que se reciban, profundizar. Ya el sólo título de abogado no sirve, hay que hacer un diplomado, un posgrado. Y antes de eso trabajar, porque la vida, la calle, los casos reales, también enseñan mucho.
Más allá de los conocimientos estrictamente jurídicos, ¿qué valores recibidos en su paso por la Universidad Finis Terrae lo han ayudado a desempeñarse profesionalmente?
–Valores ético morales que siempre sirven mucho. Uno los recibe de la familia, en el colegio, pero también en la Universidad. A mí me gusta la U. Finis Terrae porque es una universidad heterogénea, algo que es muy importante en el mundo de hoy. Una universidad donde hay diversidad sexual, diversidad de clases económicas y diversidad social. Algo importante porque el mundo es diverso. Yo tengo –y trato de que mis hijos también la tengan– una mirada amplia de lo que es la sociedad. Agradezco enormemente eso de la universidad.