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La Tercera | Columna del académico Cristobal Aguilera: El criterio del progreso.



No es fácil advertir lo que ocurre en nuestro país. De pronto nos hemos visto sumergidos en una crisis cuyas causas aún son difíciles de comprender. Hay un hecho, sin embargo, que a estas alturas no podemos seguir obviando: la frustración reina en la vida de muchos chilenos.
Puede que este dato (la frustración) a ciertos políticos y economistas les haya golpeado como una piedra en los dientes: ¿Acaso nadie se ha detenido a leer los gráficos que muestran el progreso económico que ha experimentado Chile en las últimas décadas? No es extraño que lo ocurrido genere cierto estado de perplejidad en quienes ven en la libertad y desarrollo económico el único criterio para medir las bondades de una sociedad.
Esto admite dos comentarios.
Por una parte, es bastante evidente que las desigualdades económicas generan tensiones sociales. Incluso quien piensa que el principio que debe ordenar la sociedad es la libertad, debe saber que la desigualdad, llegada a cierto punto, impide el ejercicio de aquella. Aquí hay un problema que podría denominarse estructural, y que justifica -conforme al principio de subsidiariedad- que la autoridad pública intervenga para crear mayores condiciones de igualdad y justicia.
Un segundo comentario dice relación con la ética que subyace a la idea de que el progreso económico, en las sociedades modernas, se justifica a sí mismo. Cuando la política adhiere a la tesis según la cual los sueños de los ciudadanos están condicionados por su capacidad de endeudamiento y consumo (la que a su vez depende de su propio mérito, como lo remarcaba el insólito spot publicitario “Es posible” del excandidato presidencial Laurence Golborne), nadie debería sorprenderse de lo que está pasando. En efecto: una sociedad configurada bajo estas ideas solo puede sembrar necesidades y cosechar frustraciones.
Debemos, entonces, cambiar el foco. Es obvio que toda sociedad que aspire a ser justa debe asegurar condiciones sociales mínimas para todos sus habitantes (nuevamente, subsidiariedad). Asimismo, es algo normal y valioso que las familias quieran entregarle lo mejor a sus hijos, para lo cual buscan –entre otras cosas– mayores ingresos (vivir se vuelve cada día más caro). Pero lo mejor, lo bueno, la felicidad, en definitiva, no se agota en la realización material, como tampoco la preocupación por el bien común se traduce únicamente en aumentar la tasa del producto interno bruto: el hombre es mucho más. Y esto es algo que, a pesar del arribismo y materialismo de cierta elite económica y política, debemos grabar a fuego en nuestra conciencia nacional, no solo si queremos salir del pozo en el que nos encontramos, sino también si pretendemos evitar a futuro volver a caer en él.

 

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Publicado el:

Lunes, 11 Noviembre 2019


Publicado en:

Medios-Derecho Medios