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SEÑOR DIRECTOR
Uno de los problemas que enfrenta toda sociedad que se encuentra en medio de una crisis institucional es que a casi nadie le entran ganas de ser responsable. En circunstancias como las que vive nuestro país, ser responsable a nivel político equivale a adoptar decisiones que serán juzgadas impopulares y que a corto plazo no tendrán mayor efecto o significación (entre otras razones, porque serán decisiones aisladas y porque ya nos encontramos en crisis).
Si a lo anterior se suma el hecho de que todos saben de antemano que los demás optarán por la irresponsabilidad, hacer lo correcto parece casi heroicidad o estupidez.
Este es un problema similar al que vivió el país durante la época más crítica de la pandemia: muchos adolescentes (de espíritu), frente al dilema de quedarse en casa o asistir a una fiesta ilegal, se inclinaban sin dudarlo por la segunda opción. Para ellos, el costo de dejar de pasarlo bien era demasiado alto frente al eventual y miserable aporte que esa decisión individual pudiera significar para la lucha contra la pandemia.